lunes, 14 de junio de 2010

El día sin mañana




Tal vez sea el año 2087 u 88.
A estas alturas, nadie está totalmente seguro. Es más, a nadie importa tampoco saberlo.
Da igual.
Los cambios que se desarrollaron en la humanidad a partir de la terminación del estudio del genoma humano, y como consecuencia, la derrota del total de las enfermedades primero, y del envejecimiento finalmente, moldearon esta nueva sociedad desprovista de motivación alguna. Sin memoria.
De no mediar accidentes, suicidios, homicidios o alguna forma violenta de muerte, literalmente inmortal.
Una nueva raza sin ayer.
También sin mañana.
Terminadas ya las guerras de la tercera década, los pocos lideres sobrevivientes igualaron los derechos, equipararon las diferencias
y, aun luego de que no quedo demasiado en pie, repartieron equitativamente entre la poca población mundial los recursos en disponibilidad. Finalmente, esta vez sí, ganaron los buenos.
Irónico. El principio del fin.
Luego de descifrar el genoma, dentro de la primera década; los gobiernos entregaron los derechos de comercialización de tecnología y medicamentos, a laboratorios privados; luego de, por supuesto, la entrega de suculentas coimas y el arreglo de comisiones del usufructo.
En la segunda fue el predominio del desarrollo y su acceso al uso, de unos pocos poderosos privilegiados.
Primero cremas, luego tratamientos en base a células madre y clonación de órganos. Finalmente vacunas para longevidad hasta lograr frenar el deterioro físico y mental totalmente.
Alimentos modificados genéticamente hasta lograr un compuesto único de aminoácidos suficiente para la total alimentación, libre de procesos de digestión y sin residuos.
El cuerpo humano muto a una maquina biológica sin desgaste, libre de excedentes y con únicos mantenimientos sencillos y baratos.
Por lógica, la parte de la humanidad que quedaba fuera, excluida de esa pequeña porción de poderosos con acceso total a
privilegios tales como salud, elección de mejoras genéticas, derechos especiales a educación y liderazgos, etc…, no pudo ser dominada durante mucho tiempo.
Primero fueron pequeños estallidos sociales casi individuales, limitados a una muy pequeña elite de “pensantes”; escapados a la destrucción de la cultura y el pensamiento, que promovieron los gobiernos del mundo a fin de mantener las mazas estúpidas, sofocados rápida y sangrientamente, sumados al plan de “racionalización” de la humanidad que los consejos de naciones tácitamente coordinaron a fin de diezmar los millones de personas necesarias para permitir que el planeta sobreviviera en usos y recursos. Plan que permitía la creación y desarrollo de pandemias generadoras de los primeros dineros para estos laboratorios.
El circulo retroalimentado de vender vacunas para inventar una y otra vez nuevas enfermedades, y nuevamente a empezar.
Luego, las atontadas mazas reaccionaron finalmente, un poco por hambre, pero más por las envidias enfermizas que el mismo capitalismo materialista extremo género ante tales diferencias de acceso. Diferencias menores generan delincuencia, primero, luego violencia y por último, anarquía total, cuando estas son tan inhumanas que ninguna fuerza, ni terrorismo de estado puede ya frenar.
Mazas que se volvieron en hordas asesinas antes que los pocos líderes de los llamados “pensantes”, lograran canalizar la anarquía en revolución clasista, sin cometer antiguos errores de explosiones sociales de siglos pasados, donde los dirigentes transformaron revoluciones en curso a contrarrevoluciones, por frenar la expansión global, limitándolas a territorios específicos.
Avanzada ya, esta “revolución” generó un nuevo orden único mundial liderado en principio por una un Buró de Notables, y de ellos un elegido regidor con el solo y único poder de organizar este nuevo sistema desde el respeto por las libertades individuales y la ecuanimidad primero, la justicia y la distribución equitativa, después.
Un par de décadas después, nada de esto ya fue necesario.
El pasar de los años borró las memorias de esta nueva raza.
La casi inmortalidad, libre de defectos, malformaciones y enfermedades. La falta de motivación para el crecimiento y el sustento, y a partir de ello, la desaparición total de cualquier tipo de forma de competencia, determinaron la inhibición total del deseo, los gustos y las sensaciones hasta su completa desaparición.
Riesgos, delitos, deportes, artes, hobbies y hasta el sexo, fueron volviéndose dispensables hasta ya no ser necesarios y ya luego, olvidados de la conciencia colectiva.
El planeta, poco a poco se fue recuperando de la casi destrucción a la que el capitalismo lo fue llevando, y ahora las maquinas creadas por los hombres de generaciones anteriores, luego de regenerarlo totalmente, mantienen a esta nueva raza produciendo lo necesario para su mantención y sustento.
Ya no es necesario.
La humanidad no crece, ni se desarrolla.
Los días ya no tienen tiempos, y los tiempos ya no existen, ni son necesarios. Sin estas necesidades, el ostracismo envolvió a las gentes y se adueñó de ellas.
Las voluntades fueron muriendo, y ya nada evita que la humanidad se haya convertido en bloque de organismos biológicos atrofiados de motivación alguna, sin ser.
Solo persistiendo.
Qué importancia podría tener ya la superación personal, los desarrollos tecnológicos y/o los hechos artísticos…??. Los descubrimientos o la exploración…??.
Hay algo que podría ya importar, individualmente o como sociedad…??.
Hay algo que justifique mantenernos vivos…??.
Hoy, un día cualquiera de algún año cercano al 2088, parado sobre el balcón del Edificio cede del Buro de Notables, observo ciudades sin movimientos, ni gentes. Nunca tantos tuvieron tanta vida y a la vez, tan poco por que vivir.
La brisa acaricia mi ceño.
Un cielo, nunca antes tan claro, pareciera estar expectante, como a la espera de nuevos rumbos. Parado en el balcón observo y saco conclusiones.
Decido.
Soy Nerón Floyd, Regente del Pueblo Unido de Global Tierra y el futuro depende de una decisión. Una única última decisión.
La del próximo nuevo… día sin mañana.

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