miércoles, 7 de abril de 2010

En mis sueños

Llevo horas ya tratando de conciliar inútilmente, un sueño, mas por huir que por descanso.
Por huir de la realidad, de lo que no quiero asumir.
Por huir de ella.
Un enésimo cigarrillo, acompaña un enésimo suspiro que logra mecer en compás, y crear un tétrico escenario, a las eternas telas de araña que decoran ya desde hace tiempo el techo de mi habitación. Las mismas en la que creí se encontraban desde siempre mi corazón.
Y heme aquí, pensando en ella como un idiota, sin poder hacer nada para sacármela de la cabeza.
Justo yo, y es muy irónico.
Yo, que desde que recuerdo, me reí del amor. Que lo creía mas, miedo a la soledad y transitivamente, debilidad; que una fuerza ingobernable casi destructiva en mi caso.
Maldita sea mi suerte y maldito yo.
No ahora, no a esta altura de mi vida, ni de esta forma.
¿Por qué así?, no quiero ni puedo aceptarlo. No debo. No está prohibido, pero me lo prohíbo. Se reiría de mí, o lo que es peor, tal vez no.
Aceptando amarla, tendría que pensar en no volver a verla, a acercarme, a perder el estado de éxtasis semejante a la estupidez que me llena de alegría cada vez que la veo, que la escucho, que la respiro.
No quiero perderla, pero tampoco puedo permitir que se enamore de mí, y sé que lo hará. Porque es de esa clase, única y maravillosa, que solo puede amar lo retorcido. Lo complicado y anárquico. Lo descreído y contestatario.
Sé que me amaría, pero también sé que es demasiado buena para mí y que no quiero redenciones. Las cosas están bien como están, no quiero cambiarlas. No quiero terminar de darme cuenta que viví equivocado toda la vida, convencido de que el mundo es una gran maraña de mentiras mediocres pergeñadas por tontos y para tontos. Por los ancestrales miedos a la soledad. De esos que jamás tuve. Pero que hoy descubro, uno nuevo. Miedo. Miedo a lo desconocido, porque desconocido es para mí el amor.
Tengo que hacer algo pronto.
Tengo que terminar con esto. Por ella y por mí.
¿Qué sería mejor?? ¿Abandonarla? ¿Ya no volver a verla?
¿Generaría un daño y la sensación de que hizo algo mal, que es ella la causante y culpable?; y por consiguiente dejarle inseguridades que no merece. Y en mi, una melancolía pesada y compañera hasta el fin de mis días.
Tal vez actuar el loco desquiciado que odia a la humanidad, y a ella, por consiguiente. Pero no, se acercaría a mí aun más, porque eso es lo que hizo que me enamorara tanto. Ese desprendimiento y entregas casi Marianas, que de pronto me descubren creyendo en la gente solo, desde que sé que existe.
¿Suicidarme acaso?, tal vez rearmaría su vida o quizás terminaría sus días con la pena y el dolor acuestas. ¡No, no puedo arriesgarme!!. ¡No puedo arriesgarla!!!.
No encuentro respuesta, ni salida, y es raro en mí. Dependo demasiado de mis lógicas, y drásticas soluciones.
El sol comienza a verse entre las rejas, y se terminan mis tiempos.
Debo apurarme.
Debo encontrar la forma.
Otro cigarrillo, otro suspiro y otro día más de mentiras en mi largo encierro.
En todo caso, ya puedo terminar con este martirio de dudas y de sueños, lo único que me permite vivir historias dentro de esta celda en que la llevo casi toda mi vida confinada, y donde terminare mis días. Me quedan una cuantas horas hasta entrar nuevamente en la noche; en la tortura de la noche.
Esa que me lleva siempre hasta ella, y siempre a ella.
La cárcel de la que jamás puedo escapar.
Ella.
La que vive en mis sueños.

Centinela

Tenía la mirada más triste que he visto nunca jamás.
Si fijabas por un instante la vista en sus pupilas, casi como que podías leer las páginas del libro que historiaba una vida llena de sufrimientos. También de vivencias, como es lógico a alguien que cambió materia por tiempos, pertenencias mundanas por la despreocupación del que no puede ser llamado indigente, solo y sencillamente porque eligió. Y el que elige, no carece.
Siempre y desde chico, me persiguió su imagen casi mágica.
No sé bien porque me llenaba de paz solo pensar en él.
Es extraño, muy extraño. Para cualquier chico en esas edades, sería el miedo en formas físicas, en cambio para mí, fueron historias llenas de aventuras quijotescas.
Merodeaba el barrio. No, merodeaba no es lo correcto, patrullaba el barrio, como un macho alfa que resguarda celosamente su tácito territorio. Y para mí, el barrio se sentía más seguro, cuando él estaba a la vista.
Sé que no trabajaba, obviamente, pero nunca lo vi pedir. Y si bien, jamás supimos si tenía casa o lugar donde vivir, era de creerlo, porque detrás del ropaje en constante deterioro, la limpieza e higiene personal era inobjetable y cuidada.
Tenía casi un sexto sentido, porque una y cada vez que me sentía solo o perdido, lógicas condiciones de un chico para esa edad sin un padre, y con una madre demasiado preocupada por sí misma y en logros “socio-materiales” personales, en esos momentos al elevar la vista increíblemente y a lo lejos, distinguía su mirada llena de brillos y ternura. Casi como un abrazo. Pero jamás se acercaba. Mantenía prudentes distancias, aun así lograba ver sus ojos y sentir la compasión en ellos.
Ya crecimos, ya somos “grandes”, pero a veces siento la necesidad de levantar la vista y encontrar la tranquilidad al verlo atento, vigilante, casi como cuidándome. Pero lo sé imposible ya.
Aun no puedo quitar de mi mente su imagen en la camilla, presta a ser subida a la ambulancia que lo saco de nuestro barrio, y vidas, hace unos pocos años.
No sé porque pero lo recuerdo como el día más triste de mi vida.
Ya no volvimos a verlo. Ya nunca más me sentí tan seguro.
Qué ironía de la vida fue tenerlo al alcance de mis manos justamente en los instantes previos a su muerte. Verlo estirar sus antiguas y ajadas manos hacia mí, y ver el brillo desesperado de sus ojos al mirarme.
Era un hombre avezado en la vida, pero me sentí nuevamente ese chico solo y desamparado, ante su presencia y dolor.
Que increíble, ahora y después de tanto tiempo caigo en cuentas del color de sus ojos, semejantes a los míos. Qué cosa, no??.
Con razón todos los días de mi vida lo recuerdo, una y cada vez que miro un espejo, y el reflejo me devuelve la misma mirada y sensaciones. Brillos y ternura. Paz y compañía.
Qué cosa, no???.