No soy justamente un ser carismático.
Más cercano a ratón de biblioteca..., que a héroe de
películas de acción.
Sin embargo..., eso de pasar desapercibido para la
gente..., no ha hecho de mi un ser sumiso..., ni pusilánime..., ni me ha
cargado de complejos.
Por contrario..., gestó el desarrollo de un enorme
poder de observación, interpretación gestual y análisis.
Casi un don.
Este “don” me permite descubrir miserias...,
venturas y penas de las personas..., instintivamente.
Lo que la gente esconde detrás de las fachadas.
Vilezas, sueños y perversiones...., todo se
manifiesta como una revelación ante....., solo al enfocar fijando la atención.
Observar
movimientos..., sus tics..., miradas,
mohines..., son datos que decodifico automáticamente.
Pero, también he aprendido que, como todos los dones…,
exige una gran responsabilidad al momento deponerlo en práctica.
Solo tomo ventajas de ello…, en casos extremos.
El tren subterráneo esta bastante más concurrido de
lo habitual.
Amparado en una presencia transparente…, juego el
juego que más me gusta…, diría un gran catalán…; como forma de hacer
entretenido el pesado viaje hasta el trabajo.
Desnudo almas.
Identifico una persona cualquiera al azar…, y hago
una radiografía de su vida y pesares.
Pero sin pasión...., ni penas….., sin juzgar, solo
indago y arribo a esa conclusión...y créanme, en el correr del tiempo y los
ejemplos, he logrado sobradas pruebas para concluir en muy pocos equívocos.
Obviamente en un subte, no están los casos más
brutales, pero alcanza para llenar el espacio hasta el destino.
Ese día…., día promedio…., uno en particular llamo
mi atención.
Y no era para menos. Casi mi propio álter ego en
oposición y némesis.
Sin proponérselo…, el hombre llamaba todas las
miradas por estampa.
El atuendo no era demasiado importante…, pero los
ángulos rectos de su cuerpo le daban un porte que difícilmente no sería notado.
Parado junto a la puerta…, la mirada sin ver…, y un
gesto adusto y pétreo.
Parecía ausente…, ajeno a lo que pasaba a su
alrededor.
Ningún mohín que pudiera permitirme interpretar
formas y pensares…, ninguna señal a la vista.
Nada prepotente en sus ropas y accesorios.
Ni los movimientos vaivén del carro…, afectaban su
equilibrio.
Primera vez en mi vida que siento la sensación de
desnudez que se produce…, cuando todo lo aprendido parece no servir.
Ya la curiosidad…, se transforma paulatinamente en
desafió.
El escudo en el blazer…., identifica una universidad
conocida…, especializada en ciencias humanísticas y el ataché…., que no es un
alumno…, sino un profesor o directivo.
Por la forma de pararse…, seguramente profesor. Un
directivo…., se sentiría muy incómodo estando de pie y el desprecio seria
elocuente en sus miradas.
Jamás esquivo un buen desafío y es por eso que con
una excusa banal…., por primera vez..., accionando de esta manera…., me acerco
entablando una breve conversación y buscando de encontrar algún indicio extra
para mi…. “investigación”.
Una voz amable contrasta con un gesto casi
desinteresado…., pero, sin dobles interpretaciones…., ni menosprecio alguno…,
lo que es más extraño aun.
Buena dicción y formas. Cambiamos pocas palabras por
cortos minutos.
Un leve moviendo de cabeza a modo de despedida y
luego desciende al andén con paso pausado…, pero seguro.
Varios días de viajes coincidiendo en el vagón…,
hacen ya casi cotidianos los saludos y poco a poco…, decanta en una rara forma
de comunicación.
De trato coloquial…, sin subestimación…, ni
prepotencia alguna.
Con el paso del tiempo la confianza gana terreno
sobre el anonimato de una manera natural…, aunque jamás logre perforar la brutal
coraza con la que envolvía…, los aspectos de su personalidad…, que no lograba
hacerlos manifestarse.
Profundas charlas sobre variados temas se mantenían…,
día tras día…, ricas en conocimientos y análisis…, pero jamás dato alguno de
índole personal. Nada que pudiese orientarme sobre alegrías o penas.
Absolutamente nada.
De pronto y sin preaviso…, ya no volví a verlo. Sin
comentarios…, ni de cambios de horarios…, trabajo o de forma de movilizarse.
Solo desapareció.
El gesto resulto más extraño que descortés.
No debía explicaciones..., ni tendría porque darlas…,
pero las buenas migas que habíamos entablado y considerando modales…, hubiesen
justificado una mínima despedida.
Sin más datos personales que el escudo de su blazer….,
pensé en tratar de ubicarlo en esa Universidad pero sucumbí finalmente a la
timidez y la pasividad.
Paulatinamente fui volviendo a mis viejos juegos de
investigación…., ya no tan divertidos…, como antes de las buenas charlas.
Han pasado varios meses y la rutina diaria ha
terminado con mi curiosidad.
Hoy…, es un día como otro cualquiera…, tedioso y
pleno de hastío.
Por suerte el vagón menos concurrido que de
costumbre.
Desde el desinteresado pasaje…, una figura inquieta
se destaca.
Nerviosa indaga persona por persona…, cara por cara.
Recorre comparando datos adquiridos…, como tratando de ubicar o reconocer algo
que desconoce en realidad.
En un instante recala y fija su atención en mí…, no
tan agraciada figura.
Una mujer con gestos obviamente preocupados,
raudamente acorta distancias y me pregunta….
___ Usted debe ser a quien busco….,necesito hablarle
por favor…, es urgente!!!
Rápidamente…., explica que es lo que empuja su búsqueda.
Y la reacción instantánea es bajar del tren…, y
acompañarla a destino.
La habitación del buen hospital, es luminosa y cálida.
En el camastro la importante figura del hombre
contrasta…, con los tubos y sondas que pueblan su cuerpo.
Detrás de la máscara de aire que fuerza la
respiración…., el gesto simula a una sonrisa…, y acompañado de un sutil brillo
en los ojos, alcanza para comprender que me ha reconocido y que además que le
es grata mi presencia.
Durante un par de días…, acompañé en silencio su
convalecencia…, hasta que dejó de respirar…., casi con el mismo garbo con el
que había nacido naturalmente.
En el mismo preciso instante de su deceso..., una
especie de golpe emocional me desconecta de la realidad y no recuerdo nada más..., por un largo espacio de tiempo.
Ahora, soy yo el que abre los ojos dentro de la
habitación del mismo hospital…, mientras lentamente recupero la conciencia.
Junto a mí…, la mujer…, con rictus preocupado…,
comienza a relajarse y ensaya una leve sonrisa.
No da respuestas…, como tampoco las dio al
contactarme…, o al tratar de saber cuál era la razón por la cual se pidió mi
presencia.
El porqué de tanta importancia en que estuviese tan
cerca de ese…, casi desconocido hombre…, en los instantes previos a su muerte.
Solo desde su cartera…, extrae un sobre y lo deja en
mis manos.
Apesadumbrada, un mínimo adiós, y se marcha.
En el patio arbolado, los piares suenan de fondo,
casi como una cortina musical de alguna película de Hitchcock.
Mi tristeza le pone el toque de melodrama total a la
escena.
Una y otra vez releo los gráficos de las hojas
amarillentas.
En cada oportunidad…, es más grande mi sorpresa..., proporcional
a lo que voy entendiendo.
Un acta con una fecha conocida..., denuncia el
nacimiento de gemelos.
Otra…, la de la defunción de la madre…, en el mismo
momento del parto.
Una constatación de la entrega de ambos bebes a un
orfanato…., y un par más que certifican las adopciones por separado.
Reconozco los nombres de los adoptantes en una de
ellas.
Un cuaderno con memorias…, donde este hombre…,
explica entre tantas cosas de su vida…, el sufrimiento y la incapacidad de ser
feliz a partir de jamás poder evaluar a persona alguna y de logar el poder descubrir
fehacientemente intenciones forzadas detrás de lo evidente.
El no poder interpretar jamás afectos y amores.
El sentir atenciones frías todo el tiempo y jamás
estar seguro de nada…, ni de nadie.
Y el porqué de la decisión final de terminar con la
imagen…, “su imagen”…, a costa de su propia vida.
Y entiendo.
Finalmente entiendo.
Ya no juego esos “juegos” y no volveré a hacerlo
jamás.
No continuaré hurgando vidas y miserias.
No volveré a asumir el lugar de Juez y de jurado.
Ya no más.
Tal vez, ya sea hora de cambiar el trabajo…., el
vestir y hasta un nuevo corte de cabello.
De comenzar a buscar en mi los gestos y encontrar.....,
de ser feliz, como sea.
Dar muerte y de enterrar...., por fin y
definitivamente....el don.
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